Puebla del Príncipe: del Antiguo Régimen al Liberalismo
La transición del Antiguo Régimen al nuevo orden liberal dejó una profunda huella en Puebla del Príncipe, cuyo devenir histórico refleja, como en tantos rincones del Campo de Montiel, las tensiones y esperanzas de una España en transformación.
Durante la Guerra de la Independencia, frente a la ocupación napoleónica, está documentada la presencia en la zona de tropas del Ejército Español del Centro, bajo el mando de Pedro de Grimarest. En aquellos años convulsos, la villa también aportó a la causa constitucional: en 1810, el cura Juan Martín Jiménez fue elegido entre los doce representantes encargados de nombrar a los diputados de La Mancha destinados a participar en las Cortes de Cádiz, el histórico órgano que alumbraría la primera constitución española, la célebre Pepa.
La restauración absolutista de Fernando VII no trajo calma a estas tierras. El intento del monarca de reinstaurar el Antiguo Régimen chocó con una firme resistencia liberal, encarnada, entre otros, por Francisco Abad Moreno, “El Chaleco”, quien combatió al ejército francés enviado en apoyo del absolutismo. El 19 de agosto de 1823, Puebla del Príncipe fue escenario de un hecho notable: las capitulaciones entre el marqués de Rochedragón, comandante de las tropas francesas del distrito de Manzanares, y el propio Chaleco, coronel de las tropas nacionales. Un episodio que sellaba, en la villa, el pulso entre dos mundos políticos y sociales en colisión.
Tampoco fue ajena Puebla del Príncipe a las tensiones de la Primera Guerra Carlista. En julio de 1840, rebeldes carlistas irrumpieron en la Venta del Ojuelo, donde retuvieron a varios arrieros andaluces que transportaban aceite, robándoles mercancía y armas “a trabucazos”. Saquearon también a un ganadero local y se llevaron consigo a un muchacho de doce años, hijo de un marchante de vacuno. Al caer la tarde, los carlistas avanzaron hacia Puebla y Villamanrique, provocando que el vecindario de Puebla del Príncipe buscara refugio en su castillo, tal como recogen las crónicas de la época. El conflicto dejó tras de sí daños materiales de consideración, entre ellos la ruina de la ermita de Mairena.
Superada la guerra, la vida en la villa seguía marcada por la austeridad propia de la época. En 1849 contaba con 380 habitantes y 63 casas, y su producción se centraba en trigo candeal, cebada, centeno y algo de vino, junto con la cría de ganado vacuno y mular, y la abundante caza menor, tan característica aún hoy. La lucha contra las plagas era una necesidad constante: así, el 10 de febrero de 1844 se sacaban a subasta los trabajos de desinfección de langosta en varias fincas del clero secular.
La segunda mitad del siglo XIX tampoco estuvo exenta de dificultades. En 1860, la población ascendía ya a 704 habitantes, pero en 1875 apenas existían 426 edificios, en una trama urbana prácticamente estancada. La precariedad económica se hacía visible incluso en la educación: las escuelas permanecían cerradas por la imposibilidad de encontrar un local adecuado donde instalarlas.
Durante la Restauración Borbónica, diversos linajes del Campo de Montiel aprovecharon las políticas desamortizadoras —que ponían en el mercado bienes de la Iglesia y de Órdenes como la de Santiago— para reforzar su patrimonio y su influencia política en la comarca. En 1884, por ejemplo, José María Melgarejo, duque de San Fernando, era propietario en el término de Puebla del Príncipe de 78 fanegas, 15 celemines y 2 cuartillas, muestra de cómo estas dinámicas alteraron la estructura de la propiedad rural.
Así, a través de guerras, reformas, resistencias y esperanzas, Puebla del Príncipe avanzó en el turbulento siglo XIX desde los últimos vestigios del Antiguo Régimen hacia un horizonte liberal que transformaría, poco a poco, la vida de sus habitantes.
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