La compañía DRAO Producciones volvió a triunfar en La Solana con una de las zarzuelas más emblemáticas del género grande: El barberillo de Lavapiés. Al igual que ocurriera la noche anterior con La leyenda del beso a cargo de Materlírica, el teatro Tomás Barrera volvió a rozar el lleno en sus funciones de tarde y noche, confirmando el excelente momento que vive la programación lírica solanera.
El montaje de DRAO apostó por un equilibrio entre la tradición y un ritmo teatral ágil, apoyado en una escenografía sencilla pero efectiva que transportó al público al Madrid castizo y goyesco del siglo XVIII. Sin recurrir a grandes artificios, los decorados sobrios y bien resueltos evocaron con acierto espacios como el parque de El Pardo, la barbería de Lamparilla o el taller de modistillas.
El protagonista, el pícaro y valiente Lamparilla, fue interpretado por el tenor aragonés Alberto Porcell, que conquistó pronto al público con su desparpajo y una voz ideal para el personaje. Frente a él, la soprano Gemma Soler dio vida a Paloma, mostrando talento y frescura. Completaron el elenco principal la soprano Margarita Marbán como la Marquesita y el tenor Alberto Herranz en el papel de Don Luis, ambos solventes en sus interpretaciones.
Aunque el público tardó en entrar en calor, la obra fue creciendo con cada número musical. Las romanzas y concertantes, junto con el excelente trabajo del coro y la energía del ballet titular de la compañía —especialmente en la célebre jota de los estudiantes—, lograron encender el entusiasmo de la sala. En el foso, el maestro Enrique García Requena mantuvo con su batuta el pulso y el carácter vivo de la música de Barbieri, dirigiendo con precisión una partitura llena de vida y color.

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