En el corazón de San Carlos del Valle se esconde una de esas joyas silenciosas que hablan de la historia sin necesidad de palabras: el patio de la Casa del Capellán, conocida popularmente como la Casa del Cura.
Fiel a la tradición de las casas nobles manchegas, su interior se articula en torno a un patio cuadrado, sobrio y armónico, donde tres columnas toscanas por cada lado sostienen zapatas de madera y grandes vigas que dan apoyo a la planta superior. Una arquitectura honesta, sin alardes, donde la belleza nace de la proporción y del paso del tiempo.
Los materiales humildes y variados —ladrillo, madera y piezas de piedra en dinteles, columnas y esquinas— refuerzan ese carácter auténtico que define a la Mancha más histórica. En uno de sus laterales aún se conservan el pozo y el lavadero, testigos mudos de la vida cotidiana de otros siglos. El pozo, de seis caras y brocal de piedra, muestra las marcas del desgaste de las sogas con las que se extraía el agua, huellas que hoy son memoria.
Actualmente, este espacio no puede visitarse. Sin embargo, queda la esperanza —y el deseo— de que no tarde en abrirse de nuevo para que podamos contemplar en toda su plenitud este rincón cargado de historia, sencillez y belleza. Porque hay lugares que no solo se miran: se sienten.
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