La Plaza de San Sebastián: un cruce de fe, historia y poder a las puertas de Villanueva de los Infantes
En el extremo occidental de Villanueva de los Infantes, allí donde el caserío comenzaba a abrirse hacia los caminos rurales y las tierras de labor, se encuentra uno de los rincones más singulares y, a la vez, más desconocidos de la localidad: la Plaza de San Sebastián y su pequeña ermita del siglo XVI. Un espacio modesto, de barrio, que sin embargo condensa episodios clave de la historia social, religiosa y política de la Villa.
La ermita fue construida por los propios vecinos de Infantes como resultado de un voto colectivo. Una devastadora plaga de langostas había arrasado los campos, poniendo en peligro no solo la economía agrícola —base de la vida en el Campo de Montiel—, sino la subsistencia misma de la comunidad. En ese contexto de angustia, los infanteños prometieron levantar un templo a San Sebastián, santo protector frente a calamidades y epidemias, si cesaba la invasión de insectos. Así nació el pequeño edificio que hoy preside la plaza: sencillo, compacto, de planta rectangular, con huecos rectos y un altar de yeso pintado que todavía acoge la imagen del santo.
Durante siglos, la ermita actuó como punto de referencia para quienes se acercaban a Infantes desde La Solana. No solo era un espacio de devoción popular, sino también un lugar cargado de significación simbólica: marcaba la entrada a la Villa desde el oeste y funcionaba como una antesala entre el ámbito rural y el casco urbano. La propia plaza, de estructura cruciforme debido a la confluencia de varias calles, mantiene esa condición de cruce. Sus árboles en los cuatro ángulos y las casas bajas que la rodean le otorgan un carácter doméstico y recogido, muy distinto del monumentalismo que domina el centro histórico.
Sin embargo, este rincón también fue escenario de episodios que muestran el otro rostro del poder en la Edad Moderna. En el siglo XVIII, el lugar era utilizado para recibir al gobernador del Campo de Montiel, don Juan Álvarez de Lorenzana, Caballero de la Orden de Calatrava. Cuando este regresaba de la Corte, se esperaba que los vecinos acudieran aquí a rendirle homenaje. La tradición local lo recuerda como un personaje autoritario cuya gestión se caracterizó por el abuso y la imposición, hasta el punto de que muchos relatos orales lo describen como un auténtico tirano que trató a los habitantes de la Villa como subordinados sin derechos. La Plaza de San Sebastián fue, por tanto, también escenario de sumisión forzosa y de tensiones sociales que hoy solo perviven en la memoria popular.
A pocos metros de la ermita se encuentra otro elemento patrimonial de notable interés: el antiguo cuartel de la Guardia Civil, un edificio de gran presencia arquitectónica que durante décadas simbolizó la autoridad del Estado en la localidad. Hoy, tras pasar a manos privadas, se mantiene en un preocupante estado de abandono, a la espera de una rehabilitación que no acaba de materializarse. Su historia reciente y su deterioro merecen una reflexión más extensa que abordaremos en una próxima entrada.
La Plaza de San Sebastián es, en definitiva, un lugar en el que confluyen varias capas de la historia de Villanueva de los Infantes: la fe popular nacida de la necesidad, la arquitectura humilde construida por las manos del pueblo, la memoria de un poder impositivo y el poso tranquilo de un barrio que ha sobrevivido al paso de los siglos. Un espacio que, pese a su aparente modestia, forma parte esencial del paisaje identitario de la Villa y del Campo de Montiel.
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